miércoles, 24 de agosto de 2016

El espítiru olímpico en Río 2016



Se apagó el fuego olímpico de Río 2016 pero en la memoria perdurará el verdadero espiritu olimpico de las primeras justas sudamericanas de la historia. Después de tanta espera, estos serán recordados como los juegos donde 69 récords olímpicos y 19 récords mundiales fueron superados, un equipo de refugiados se robó los aplausos y la admiración de todos, y un par de hechos encarnaron lo que significa el espiritu olimpico. 

Como en su momento Jesse Owens y Luz Long de Estados Unidos y Alemania respectivamente, que superaron la ambición del nazismo sólo con un gesto de amistad frente al mismísimo Hitler en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, el espiritu olimpico es presenciar a dos gimnastas seguir los pasos de estas leyendas olimpicas y también olvidar las diferencias políticas cuando van a competir y compartir en un escenario. Lee Eun-ju, de Corea del Sur, y Hong Un-jong, de Corea del Norte lograron unir dos países en guerra con una selfie, un acto diplomático que ni la ONU ha conseguido. Durante un descanso en una de las pruebas clasificatorias individuales de gimnasia artística, se cruzaron y con una sonrisa consiguieron que la deportividad fuese más grande que el conflicto por el que pasan sus países. 



También como Derek Redmond y el gesto de su padre en Barcelona 1992, que batió la seguridad para ayudar a su hijo a terminar la prueba tras una lesión en medio de las semifinales de atletismo, donde Redmond era uno de los opcionados a pelear medalla por Gran Bretaña, en Río vimos a dos atletas que dejaron a un lado la opción de ganar por ayudarse entre sí para al menos, lograr el gran objetivo de todos: terminar su carrera. "Levántate, levántate, tenemos que terminar, esto son los Juegos Olímpicos" eso fue lo que Abbey D'Agostino de Estados Unidos le dijo a Nikki Hamblin de Nueva Zelanda tras caer juntas en la prueba de 5.000 metros. Entraron en la línea de la meta como penúltima y última, pero recibieron el apluso de todos y terminaron abrazadas ante las cámaras. No se conocían antes de la prueba, pero seguro ganaron una amistad memorable, a pesar de no haber conseguido medallas.



Así mismo, el espiritu olimpico es tener una escena triste y una feliz a unos escasos metros en el mismo escenario, igual que una película de drama como la escena que presencié en la disputa por el bronce en judo de 90 kgs entre el chino Cheng Xunzhao y Otgonbaatar Lkhagvasuren de Mongolia, donde el primero se quedó con la medalla y celebraba como loco con su entrenador mientras el perdedor se retiraba solo, sin entrenador ni consuelo, con la cabeza baja y los aplausos de toda la Arena Carioca 2. 

En Río 2016, el espiritu olimpico fue especialmente contemplado cuando nos recibían con samba en la entrada de los escenarios, como mejor pudo imaginarlo cualquier turista. Y si hablo en tercera persona, el espiritu olimpico tambien es hablar en tres idiomas cada día de juegos en el metro. Es no dormir hasta la madrugada ¡porque no da tiempo en el día! Es correr todos los días gracias a las distancias de la ciudad, como cualquier deportista olímpico que busca hacer realidad su propia historia. 

Con Colombia y los hinchas es un poco distinto porque al encontrarnos en el metro, los pasillos de los escenarios o las calles del Boulevard Olímpico o Copacabana, parecía que todos eramos amigos de toda la vida. Intercambiabamos whatsapp y estabámos en contacto sobre nuestros deportistas y sus competiciones. De las cosas más bonitas es que muchos apostamos a que nuestros deportistas llegarían hasta finales y corríamos el riesgo de comprar las entradas de finales sin que la clasificación se hubiese efectuado. Al escuchar el himno, el espiritu olimpico de los colombianos se engrandenció como nunca. Logré escucharlo tres veces en tres escenarios distintos y se sintió como si el mundo homenajeara a Colombia gracias al talento de uno de los nuestros. 

Los brasileños vivieron su propia fiesta pero le agregaron al olimpismo la alegría y la "torcida tradicional" del país. Apoyaban a las delegaciones más pequeñas y siempre despedían a los perdedores con los aplausos que merecen por su participación en olimpiadas. Los deportistas también entendieron lo que el espiritu olimpico significa y reconocieron a su rival, casi como un ritual para algunos deportes como taekwondo, lucha, boxeo, etc.

Por supuesto hay quienes rompen con las bonitas tradiciones, como el futbolista alemán Robert Bauer, que se olvidó del espiritu olimpico y tras perder en penales por el oro ante Brasil, les mostró 7 dedos a los fanáticos en el Maracaná recordando la famosa eliminación de su selección en el Mundial de Brasil 2014 ante la misma anfitriona. Ese gesto fue reprochadísimo en todo el mundo, y justo porque en el Olimpismo es más grave que por ejemplo, un Mundial de fútbol. Es lo que expongo aquí, el espiritu olimpico hace más grande a los Olímpicos que cualquier competición mundial. Los olímpicos son el símbolo de la humanidad, por eso a través del deporte también podemos exponer el amor, el respeto y la tolerancia, ejemplificado en propuestas de matrimonio muy originales o deportistas que sin representar una bandera, lograron refugiarse en los corazones olímpicos para siempre. 



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