miércoles, 31 de agosto de 2016

Brasil, no pierdo la esperanza en ti.

Sao Paulo, Brasil.


Hoy cumplo un mes de haber llegado a Brasil nuevamente; siempre es un placer. Me había abstenido de hablar sobre el tema Dilma, la crisis política y el impeachment. Me limitaba a escuchar comentarios, testimonios y opiniones de todos lados y leía para tener más claridad de la situación política de Brasil. Con todo sobre los Juegos Olimpicos, ni la tv ni la prensa tenían como prioridad la política, pero había un seguimiento de detalles, no mucho mas que minutos o titulares de paso. De antemano sabíamos que el juicio político sería después de los Juegos, exactamente 10 días después de finalizarlos, tiempo suficiente para despedir a los turistas de Río y no entremezclar una cosa con la otra. Eso sí, aplaudidísimo por todos que la tensión por la posible destitución de Dilma como presidenta de Brasil, no se sintiera en la organización ni la realización de los primeros Juegos Olimpicos en Sudamerica, pero que jugada tan perfectamente planeada… Ahora lo entiendo todo.

Hasta ayer 30 de agosto, en televisión se vio todo el día el interrogatorio de los senadores hacia Rousseff que en el momento seguía siendo presidenta, al menos en los papeles. Ella respondía una a una las preguntas de los senadores. Veía de a ratos las respuestas, pero en verdad todo estaba dicho. Lo sabíamos todos, hasta la misma Dilma antes de iniciar con sus respuestas. Mientras las escuchaba y veía las reacciones de los senadores, pensé que sería más interesante si los congresistas fuesen cuestionados en su cargo, eso sí sería un show digno de televisión. Al día siguiente la actividad en Río era común y corriente, sólo alcancé a escuchar varios indignados que proclamaban a lo lejos “¡Fue un Golpe!” con cacerolazos mientras estaba en casa, pero las protestas masivas pasaron en Sao Paulo donde miles salieron a las calles a celebrar que finalmente el impeachment se logró. Con champaña y pudin con la bandera de Brasil en mano, los grupos políticos conservadores mostraban su alegría por la destitución presidencial.

Los brasileños en general quieren un cambio, pero no saben a cargo de quién (o quienes), y hasta me atrevería a decir que ni cómo. Si bien las calles están polarizadas entre los que están a favor y en contra de Dilma, los que rechazan a Temer, ahora presidente en el cargo, son amplia mayoría. De hecho, la campana “Fora Temer” fue más acogida en los Olimpicos que el mismo lema de Río 2016.

Parque Olímpico, Río 2016.

Volver a la izquierda parece que es una de las opciones menos viables. El Partido de los Trabajadores está realmente muy golpeado, y el mapa político en America Latina tampoco lo favorece. Argentina elegió dejar de lado el Kichnerismo, Venezuela cada vez está más cerca de una reforma radical, y Bolivia y Ecuador ya no tienen la misma fuerza política que antes. Además, esta vez Dilma no cuenta con el apoyo incondicional que tuvo cuando aspiró. Fueron 13 años donde la izquierda se instauró en la presidencia y con Lula el panorama parecía indestronable. En definitiva eran otros tiempos, la gente estaba entusiasmada con el cambio y la propaganda mundial que tenía Brasil como actual potencia regional, tenía contentos a casi todos. Dilma llegó al cargo con 77% de popularidad y hoy lo deja con 10%. Había sido reelegida con mas de 50 millones de votos en 2014, pero cuando la actividad económica se contrajo al 3.8% en 2015 la desconfianza en las calles le fue costando caro.

Brasil sabe que el país seguirá siendo caro y que no habrá tranquilidad política por al menos este ano. Del resto la tensión esta servida. Aun asi, los brasileños saben que viven en el país de la esperanza latinoamericana. Por estos días muchos creen haberla perdido, pero la historia muestra un país fuerte y resistente. Estoy segura, no me cabe duda, seguirá creciendo. Pero lo que me tiene dubitativa es el rumbo que tomará. En su comunicado oficial, Dilma se despidió con un poema del ruso Maiakovski:
'No estamos contentos, por supuesto,                                                               
Pero ¿por qué razón deberíamos estar tristes?
El mar de la historia es agitado
Las amenazas y guerras, habremos de atravesarlas,
Las romperemos por la mitad,
Cortándolas como corta una quilla'.

Vale la pena pensar más allá de las ideologias y compartir el mensaje para todos los brasilenos. No hay tranquilidad, pero ya vendrán mejores tiempos. Fuerza Brasil. 

miércoles, 24 de agosto de 2016

El espítiru olímpico en Río 2016



Se apagó el fuego olímpico de Río 2016 pero en la memoria perdurará el verdadero espiritu olimpico de las primeras justas sudamericanas de la historia. Después de tanta espera, estos serán recordados como los juegos donde 69 récords olímpicos y 19 récords mundiales fueron superados, un equipo de refugiados se robó los aplausos y la admiración de todos, y un par de hechos encarnaron lo que significa el espiritu olimpico. 

Como en su momento Jesse Owens y Luz Long de Estados Unidos y Alemania respectivamente, que superaron la ambición del nazismo sólo con un gesto de amistad frente al mismísimo Hitler en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, el espiritu olimpico es presenciar a dos gimnastas seguir los pasos de estas leyendas olimpicas y también olvidar las diferencias políticas cuando van a competir y compartir en un escenario. Lee Eun-ju, de Corea del Sur, y Hong Un-jong, de Corea del Norte lograron unir dos países en guerra con una selfie, un acto diplomático que ni la ONU ha conseguido. Durante un descanso en una de las pruebas clasificatorias individuales de gimnasia artística, se cruzaron y con una sonrisa consiguieron que la deportividad fuese más grande que el conflicto por el que pasan sus países. 



También como Derek Redmond y el gesto de su padre en Barcelona 1992, que batió la seguridad para ayudar a su hijo a terminar la prueba tras una lesión en medio de las semifinales de atletismo, donde Redmond era uno de los opcionados a pelear medalla por Gran Bretaña, en Río vimos a dos atletas que dejaron a un lado la opción de ganar por ayudarse entre sí para al menos, lograr el gran objetivo de todos: terminar su carrera. "Levántate, levántate, tenemos que terminar, esto son los Juegos Olímpicos" eso fue lo que Abbey D'Agostino de Estados Unidos le dijo a Nikki Hamblin de Nueva Zelanda tras caer juntas en la prueba de 5.000 metros. Entraron en la línea de la meta como penúltima y última, pero recibieron el apluso de todos y terminaron abrazadas ante las cámaras. No se conocían antes de la prueba, pero seguro ganaron una amistad memorable, a pesar de no haber conseguido medallas.



Así mismo, el espiritu olimpico es tener una escena triste y una feliz a unos escasos metros en el mismo escenario, igual que una película de drama como la escena que presencié en la disputa por el bronce en judo de 90 kgs entre el chino Cheng Xunzhao y Otgonbaatar Lkhagvasuren de Mongolia, donde el primero se quedó con la medalla y celebraba como loco con su entrenador mientras el perdedor se retiraba solo, sin entrenador ni consuelo, con la cabeza baja y los aplausos de toda la Arena Carioca 2. 

En Río 2016, el espiritu olimpico fue especialmente contemplado cuando nos recibían con samba en la entrada de los escenarios, como mejor pudo imaginarlo cualquier turista. Y si hablo en tercera persona, el espiritu olimpico tambien es hablar en tres idiomas cada día de juegos en el metro. Es no dormir hasta la madrugada ¡porque no da tiempo en el día! Es correr todos los días gracias a las distancias de la ciudad, como cualquier deportista olímpico que busca hacer realidad su propia historia. 

Con Colombia y los hinchas es un poco distinto porque al encontrarnos en el metro, los pasillos de los escenarios o las calles del Boulevard Olímpico o Copacabana, parecía que todos eramos amigos de toda la vida. Intercambiabamos whatsapp y estabámos en contacto sobre nuestros deportistas y sus competiciones. De las cosas más bonitas es que muchos apostamos a que nuestros deportistas llegarían hasta finales y corríamos el riesgo de comprar las entradas de finales sin que la clasificación se hubiese efectuado. Al escuchar el himno, el espiritu olimpico de los colombianos se engrandenció como nunca. Logré escucharlo tres veces en tres escenarios distintos y se sintió como si el mundo homenajeara a Colombia gracias al talento de uno de los nuestros. 

Los brasileños vivieron su propia fiesta pero le agregaron al olimpismo la alegría y la "torcida tradicional" del país. Apoyaban a las delegaciones más pequeñas y siempre despedían a los perdedores con los aplausos que merecen por su participación en olimpiadas. Los deportistas también entendieron lo que el espiritu olimpico significa y reconocieron a su rival, casi como un ritual para algunos deportes como taekwondo, lucha, boxeo, etc.

Por supuesto hay quienes rompen con las bonitas tradiciones, como el futbolista alemán Robert Bauer, que se olvidó del espiritu olimpico y tras perder en penales por el oro ante Brasil, les mostró 7 dedos a los fanáticos en el Maracaná recordando la famosa eliminación de su selección en el Mundial de Brasil 2014 ante la misma anfitriona. Ese gesto fue reprochadísimo en todo el mundo, y justo porque en el Olimpismo es más grave que por ejemplo, un Mundial de fútbol. Es lo que expongo aquí, el espiritu olimpico hace más grande a los Olímpicos que cualquier competición mundial. Los olímpicos son el símbolo de la humanidad, por eso a través del deporte también podemos exponer el amor, el respeto y la tolerancia, ejemplificado en propuestas de matrimonio muy originales o deportistas que sin representar una bandera, lograron refugiarse en los corazones olímpicos para siempre. 



jueves, 18 de agosto de 2016

Un día negro, parte 2: Catherine Ibarguen, la reina del atletismo



La frase "hoy es un día negro" no volveré a escucharla igual desde ahora gracias a los negros que han hecho brillar mis días en Río 2016. Óscar Figueroa, oro en levantamiento de pesas, Yuri Alvear, plata en judo, Yuberjén Martínez, plata en boxeo y Catherine Ibarguen, oro en salto triple, honraron la afrocolombianidad con sus triunfos y es hora de que Colombia aprenda que el racismo es ofensivo y tan dañino como la corrupción y la guerra. 

Estuve en cada una de las ceremonias de entrega de medalla de los mencionados, pero el 14 de agosto será particularmente especial por ser un doble triunfo. Dos negros luchadores, humildes y con una capacidad de superación personal admirable, lograron que la bandera tricolor quedara en lo más alto. Después de ver la pelea de la vida de Yuberjén Martínez, muchos colombianos, aún sin boleta, nos dirigimos al otro lado de la ciudad para ver a Catherine Ibarguen buscar su mayor objetivo como atleta, el oro olímpico. 

El estadio olímpico Engenhao de Dentro donde se lleva a cabo el atletismo, estaba repleto como se esperaba, pues la expectativa mundial era ver a Usain Bolt en acción por primera vez en Río 2016. Y aunque los 100 metros fueron espectaculares, los colombianos en tribuna fuimos para ver a nuestra reina del ébano, como cariñosamente se le conoce a Catherine. 

De hecho, muchos fueron sin tener boleta, pero esperaban encontrarla en los alrededores. Los precios eran tan exuberantes como en natación para ver a Michael Phelps o basquetbol para ver a la selección de Estados Unidos. Nadie encontraba boleta a menos de $500 reales, que al cambio son casi $500.000 pesos colombianos, por eso muchos estaban frustrados porque justo Catherine competiría el mismo día que Bolt. Mala y buena suerte a la vez. Los que entramos sabíamos que eramos muy afortunados, pues tuvimos un 2 x 1 único. Esa promoción tal vez nunca más la ibamos a encontrar en la vida, pues estos al parecer serían los últimos Juegos Olímpicos de ambos, por lo que sus nombres serían aún más grandes con el pasar de los tiempos.

Lo ratificaron con sus medallas de oro. Indiscutibles y anheladas. Los colombianos estaban agrupados en frente de la arena donde caía la antioqueña, y ella respondía agradecida en cada salto por los aplausos y las voces de aliento. En uno de sus saltos claves, Catherine competía justo al tiempo cuando el estadio hacía silencio para ver la clasificación de Usain Bolt. La concentración debía ser mayor, pues no sentía los gritos que podía reconocer a su lado. 

Mi asiento en el estadio estaba designado muy lejos de la competencia. Yo quería verla de cerca, por eso bajé 4 pisos y vi toda la competencia de salto triple de pie. Catherine gesticula todo el tiempo. Es simpática con los fanáticos, saluda con la mano en alto y una sonrisa gigantesca. Al lado mío tenía a un brasileño y dos chilenos. Los tres estaban anonadados con su capacidad y belleza. Aplaudían y chiflaban como locos. Al verla saltar me decían "Es buenísima la negra, eh". 

Estaba orgullosa. Ella nos estaba dejando en lo más alto como persona y atleta, justo el día que competía el más grande de la historia del atletismo. Catherine Ibarguen aseguró su puesto en la historia olímpica, ahora el 14 de agosto será recordado como el día que Bolt volvió a ganar oro y Catherine ratificó ser la reina del salto triple. En unos Juegos Olímpicos, los turistas y periodistas miden mucho los comportamientos de las diferentes nacionalidades, y de los colombianos no había escuchado ninguna queja, todo lo contrario. Pero Catherine superaba sólo lo bueno, ella realza lo mejor de ser colombiano. Superar los obstaculos, ser capaz de ser la mejor, siempre sonreír y ratificar el cliché de las mujeres del país: ¡somos hermosas! Es desde hace varios años, un ícono del deporte nacional, y la mejor atleta de nuestra historia. Su profesionalismo la ha destacado a nivel mundial y sus rivales la describen como una estrella mundial, por eso para los colombianos fue decepcionante que no fuese la abanderada. Al final tuvimos otra gran mujer y deportista llevando nuestra bandera; Yuri también lo merece pero Catherine había sido la abanderada escogida por todos, no por los votos ni por los patrocinadores, ella nos representa de la mejor manera posible a todos los colombianos. 

Los deportistas también la admiran. Omar Pinzón, Santiago Giraldo, Yuberjén Martínez y muchos más de la delegación colombiana en Río 2016 estaban en el estadio apoyándola. Muchos no sabían que la ceremonia de premiación sería el día siguiente, pero lo importante como en todas las presentaciones anteriores de colombianos, era hacerlos sentir locales mientras competían por el sueño dorado. Cantar el himno por segunda vez fue muy especial en lo personal. Esta vez se sintió con mayor seguridad, ya no era sorpresa, dada la categoría de Ibarguen en la arena que siempre fue la favorita. Imagino su alivio al escuchar el himno y saber que ya había conseguido su más grande objetivo: ser campeona olímpica. Y es que debe ser una sensación increíblemente gratificante que gracias a tu esfuerzo y dedicación, el mundo escucha el himno de tu país en unos Juegos Olímpicos.

Sus respuestas no se quedan atrás; si con la sonrisa dice mucho, cuando toma el micrófono se toma muy en serio sus respuestas. En Casa Colombia, cuando ya era la campeona olímpica, terminó ofreciendo un discurso en pro de los deportistas colombianos y se llevó el aplauso de todos los presentes. Se despidió agradeciendo pero fuimos nosotros los más agradecidos por su entrega y dedicación al deporte.

Gracias a Catherine Ibarguen y los negros exitosos que afortunadamente hemos tenido en Río, concluyo que hay momentos para romper con los tabúes. Si teniendo una campeona olímpica, estrella del atletismo mundial y embajadora del deporte y la belleza nacional, no somos capaces de dar un salto de calidad, como los que ella ha dado en nombre de Colombia, entonces no merecemos celebrar sus triunfos. 

Para festejar una medalla de oro de una negra, debemos dejar atrás los chistes racistas (aunque usted sienta que es una broma, pero hace mucho dejó de ser gracioso). Para aplaudir a Yuberjén Martínez hay que ser conscientes que antes fue mecánico y vendedor de dulces y artesanías, así que la próxima vez reitere su trato a cualquiera de ellos, pues puede ser el próximo campeón olímpico de boxeo. Si se emocionó con Óscar Figueroa, intente imaginarse su carrera y deje de decir "trabajo como negro" para denigrar su entrega. Y si se puso tan feliz como yo con la medalla de plata de Yuri Alvear, dígalo con orgullo ¡negra tenía que ser! por haber insistido en lo suyo desde niña con coraje y convicción. Los negros merecemos respeto siempre, pero si en Colombia tenemos héroes orgullosos de ser negros, la mejor manera de homenajearlos es empezar a repudiar el racismo. Ya es hora de dejar atrás la hipocresía de aplaudir sus triunfos mientras en las calles miramos como un enemigo al negro que camina al lado nuestro.

martes, 16 de agosto de 2016

Un día negro, parte 1: Yuberjén Martínez, el campeón de todos.


Pabellón 6, Riocentro - Río de Janeiro. 


La frase "hoy es un día negro" no volveré a escucharla igual desde ahora gracias a los negros que han hecho brillar mis días en Río 2016. Óscar Figueroa, oro en levantamiento de pesas, Yuri Alvear, plata en judo, Yuberjén Martínez, plata en boxeo y Catherine Ibarguen, oro en salto triple, honraron la afrocolombianidad con sus triunfos y es hora de que Colombia aprenda que el racismo es ofensivo y tan dañino como la corrupción y la guerra. 

Estuve en cada una de las ceremonias de entrega de medalla de los mencionados, pero el 14 de agosto será particularmente especial por ser un doble triunfo. Dos negros luchadores, humildes y con una capacidad de superación personal admirable, lograron que la bandera tricolor quedara en lo más alto. El primero fue Yuberjén Martínez que a pesar de que no pudo conseguir el oro, con sus puños y un impulso inquebrantable por conseguir la victoria, logró el respeto del boxeo mundial y la admiración de todos los colombianos. 

Para entrar al escenario, la fila fue de unos 40 minutos. Hacía tanto sol como en Cartagena. Me encontré con un paisa, dos muchachos de Neiva y una uruguaya que también iban a la final para ver a Yuber. En el resto de la fila habían muchos bogotanos y algunos llaneros preguntando como se llamaba el boxeador al que iban a apoyar. "Es un negrito berraco" decía. Es cierto, era un desconocido para muchos, con decir que la página de Río 2016 para la semifinal, tituló la noticia como "Cubano Argilagos asegura al menos bronce" y al colombiano lo referenciaban a lo último, cuando mencionaban que sería su contendiente para llegar a la final de los 49 kgs. 

No culpen a los turistas por no conocerlo, el boxeo en general ha estado desaparecido de nuestros gps por mucho tiempo. Pero él es uno de los nuestros, y los que fueron apoyarlo lo hicieron porque sentían una admiración por el antioqueño previo a la final. Y en el pabellón 6 de Riocentro, donde se disputó la pelea, presencié al nuevo ídolo del boxeo colombiano. Inmediatamente recordé las historias de mi mamá sobre Kid Pambelé y como le brillaban los ojos cuando describía sus movimientos, sus golpes y sus victorias. Al igual que a mi amigo Vicente Cáceres, compañero en 'Los galácticos del deporte' en Oxígeno 1360 am, orgulloso palenquero que desde que llegué hace dos meses al programa de radio, habla de Yuber como el futuro campeón colombiano. Lo dijo al aire una y otra vez; los oyentes son testigos de su presagio: "Yuberjen Martínez está para grandes cosas, sé que va a ser medalla en los Juegos Olímpicos" dijo. Y en una charla común, le pedí un consejo y me pidió que apostara por él. Lo hice, tenía el ingreso para la semifinal a la mano un par de días antes. Para la final no desistí y le cumplí a mi amigo y colega, respetado por todos por sus conocimientos y seguimiento al boxeo colombiano. 

Todos en el coliseo queríamos hacer sentir a Yuber como en casa, queríamos que sintiera que sabíamos que su vida ha sido díficil como la de muchos compatriotas, pero que es un orgullo por ser tan fuerte ante las adversidades. Muchos no sabían que vendía artesanías y dulces de niño, pero bastaba con saber que muchos deportistas en Colombia deben competir como profesionales y entrenar como aficionados. Cantamos el himno en cuanto acabó el de Uzbekistán, debió escucharse hasta el cuadrilatero porque Yuber alcanzó a reaccionar. Buscaba en las gradas las voces cánticas de la letra que quería escuchar de fondo en lo más alto del podio, pero finalmente lo hizo, inesperadamente en coro con cientos fánaticos del deporte, orgullosos de su presentación. 


Los de Uzbekitán eran 50 como mucho, disfrutaron del ambiente tanto como los colombianos, y nosotros aplaudimos a su campeón, justo ganador y gran rival a vencer. Pero el premio a mejor barra nos lo llevamos los colombianos que no dejamos de cantar en los tres rounds de la pelea final. A la salida del escenario, se sentía la nostalgia porque queríamos ver a Yuberjén como el nuevo campeón olímpico, pero también la felicidad de saber que regresará como el campeón de plata que nos emocionó a todos. Y lo más importante, a la salida ya todos sabían su nombre. Ya no era un negrito más, ahora es quien empezó a construir una bonita historia en nombre de muchos, especialmente en nombre de los boxeadores que sueñan con repetir las hazañas de Clemente Rojas y Alfonso Peréz en 1972, y ahora también la del "Tremendo" Martínez en 2016. ¡Gracias Yuber, ahora tienes la casa para tu mamá y el renombre para una carrera promisoria!





viernes, 12 de agosto de 2016

"Vamos a hacer los mejores Juegos de la historia" Manolo Duque



En las afueras del Pabellón #6 de Riocentro después de ver a Yuberjén Martínez derrotar al cubano Joahnys Argilagos en boxeo, me encontré con el alcalde mayor de Cartagena, Manuel Vicente Duque. Estaba acompañado de su hijo y un par de periodistas conocidos, y merodeaba los alrededores observando los detalles de Río 2016. En exclusiva, la siguiente entrevista.

KA: Llegó hace muy poco pero, ¿Cómo se siente en Río 2016?
MD: Estoy muy contento por tener esta experiencia. Para la ciudad de Cartagena es muy importante que su principal autoridad esté viendo lo que se ha hecho en la Villa Olímpica y la organización de los Juegos. Tenemos que plantear unos Juegos Nacionales en el 2019 y la idea es observar, lo que veo en Río son estructuras desmontables en muchos casos. Riocentro tiene 6 pabellones con espacios enormes y lo habilitaron para hacer pesas, esgrima y otros deportes. Entonces si esto se hace en los Olímpicos, tenemos que manejar estos conceptos para utlizarlos en Cartagena.

KA: ¿Qué se puede aprender de la organización de Río 2016 para hacer unos buenos Juegos Nacionales en el 2019?
MD: Lo principal es la cultura deportiva que maneja Río. Ya había estado en el Mundial de 2014 y noté que la gente vive mucho el deporte, esa es una gran similitud con Cartagena. Hemos visto novedades en el transporte de la ciudad, sobretodo con la nueva línea del metro. Estas son experiencias que nos dan a entender cómo se deben organizar unos Juegos teniendo en cuenta la sobrepoblación de la ciudad. 

KA: De cara a los Juegos Nacionales de 2019, ¿cuáles son las expectativas que tiene Cartagena y Bolívar?
MD: Vamos a hacer los mejores Juegos de la historia. Estamos convencidos de eso. Contamos con una infraestructura y tenemos que entrar a evaluar que es lo que tenemos que hacer y cuánto nos va a costar. Y también aspiramos a estar en los dos primeros lugares de la tabla de medallería. 

KA: ¿Qué planea observar en su visita a los Juegos Olímpicos de Río 2016?
MD: Todo. Ahora estamos en Riocentro, después vamos a los escenarios de Voleybol playa, después el Centro Olímpico, cómo el transporte público se pone al servicio de los Juegos, toda la organización de la seguridad, la manera cómo manejan la prensa. Acá hay que aprender en todo sentido.

KA: ¿Cuándo vuelve a Cartagena?
MD: El lunes.

KA: En redes sociales hubo mucha polémica tras la autorización de su viaje, ¿le preocupan las críticas?
MD: Si te pones a creerle a las redes sociales, no gobiernas. Este es un consejo para todos los mandatarios. Yo viaje con la directora de Coldeportes, veníamos hablando del tema de medios y yo soy periodista, sé cómo funciona todo porque yo también critiqué y me han criticado. A eso no le paro bolas. 

KA: ¿Qué mensaje le envía a los cartageneros desde Río de Janeiro?
MD: Estamos claros en lo que vamos a hacer, vamos a echar pa' delante. 

jueves, 11 de agosto de 2016

Vivir la historia, Fiji oro en Río 2016

Final de Rugby seven. Estadio de Rugby, villa militar de Deodoro, Río de Janeiro. 


No he visto competir a Michael Phelps, tampoco a Usain Bolt, pero yo presencié la primera medalla de Fiji en toda su historia olímpica. Jamás habría imaginado que escribiría sobre este pequeño país, menor en extensión territorial que mi ciudad, Cartagena, que a duras penas llega a los 900.000 habitantes, pero el deporte nuevamente es mi puente favorito para conocer nuevas culturas. 

En el regreso del rugby al olimpismo, Fiji logró escribir su nombre en la historia con letras doradas. En el estadio de rugby en la villa militar de Deodoro, los más de 10.000 espectadores coreaban "¡Oe oe oe Fiji, Fiji!" y con una paliza de 43 a 7 derrotó a Gran Bretaña en la final. Eran los favoritos tras haber ganado las dos últimas ediciones de series mundiales en rugby seven, pero la multitud estaba con los oceánicos porque era su gran oportunidad para meterse en la historia olímpica. 

Los brasileños acompañaron esa sensación de posible primera medalla para Fiji desde el principio; aseguraban estar a favor de Fiji porque sabían lo significativo que sería tanto para los oceánicos como para ellos como espectadores de unos Juegos Olímpicos. "Por ser un país pequeño causa mucha emoción verlos ganar una medalla" asegura Arthur, brasileño que asistió a la final con una bandera de Fiji en los brazos. Los británicos a pesar de la derrota, no ocultaron su felicidad por ser medallistas y también compartieron la felicidad de los isleños. "Fue un gran juego, es mejor plata que nada" afirmó un turista londinense, que sonriente aplaudió cuando Gran Bretaña recibió su medalla y aún más a su rival de la noche. 

Eran pocos los fijianos en el estadio, alrededor de 50, pero se hicieron notar con sus celebraciones. Una particular hincha no pudo reprimir su emoción, y mientras cantaba su himno se quebró en llanto. Con la cara empapada de lágrimas de felicidad y el cabello despeinado, demostraba lo poco que le importaba como se veía. Inmediatamente recordé mi momento en shock al presenciar a Óscar Figueroa ganar oro días atrás, pero lo de ella era aún más reprimido, esta era una hazaña mundial. "Estoy increíblemente emocionada, Fiji es un país muy pequeño pero con un gran corazón. Esto es muy grande para nosotros" aseguró mientras se le entrecortaba la voz. "El rugby es vida en Fiji... no te imaginas cómo estuvo el país por estos 7 días, todo estaba paralizado. Ahora estos jugadores son héroes nacionales" me dijo la joven. Y cuando los aplausos finales para los nuevos campeones olímpicos llegaron, me quedó viva la imagen de esta hincha fijiana abrazada con una amiga australiana por un par de minutos. Parecía que la consolaban, pero era la imagen más perfecta para describir la inmensa emoción que deben estar sintiendo los fijianos gracias al rugby. La esperanza termina siendo el verdadero símbolo del espiritu olímpico.

Irónicamente, Ben Ryan técnico de Fiji, es británico y dirigió la selección de su país por 7 años pero hoy se adjudicó la medalla de oro dejando sin mínimas chances a su país natal. Además en una rueda de prensa aseguró que en sus primeros 5 meses de trabajo, no recibió sueldo, pero encontró en sus jugadores un inmenso talentos para el rugby, a pesar de las condiciones económicas y la infraestructura deportiva, muy inferior a la de las potencias del deporte como Nueva Zelanda , Australia o Sudáfrica.

Por último, también es de destacarse la medalla de plata de Gran Bretaña que logró juntarse en rugby después de 108 años. En el mismo escenario, Sudáfrica se quedó con el bronce tras vencer a Japón 54 a 14. La última entrega de medallas olímpicas para el rugby había sido en París 1924, ahora las sensaciones después de Río 2016 son bastante positivas para que haya rugby de largo después de Tokio 2020.



miércoles, 10 de agosto de 2016

Yuri Alvear, abanderada y medalla de plata en Río 2016



Gracias a la medalla de bronce en Londres 2012, supe de la vida de Yuri Alvear. Por ser una deportista con un perfil intachable, desistí a última hora de asistir a un juego de rugby 7 y aposté a que llegaría a la final, así fue como pude presenciar el mayor logro de su carrera.

El combate de semifinal de Yuri no fue nada fácil. La británica Sally Conway complicó mucho a la colombiana, pero en extra tiempo, Alvear logró el segundo objetivo: tras asegurar medalla, clasificar a la final. La vallecaucana ya había sido campeona en su deporte en el 2009 y 2013, este último lo había conseguido justamente en Río de Janeiro. Además, en sus primeros Juegos Olímpicos de Pekín 2008 fue séptima y en total ha conseguido más de 20 medallas entre torneos nacionales e internacionales.

En su natal Jamundí la describen como una mujer humilde y disciplinada. Entre el Comité Olímpico Colombiano no puede tener mejores referencias. En el Arena Carioca amigos, seguidores, periodistas y demás hicieron presencia y coreaban "¡Colombia, Colombia!" para apoyarla. Los brasileños también colaboraron en los cánticos, sobre todo porque siendo potencia en Judo, no pudieron ocultar su desazón por no tener finalistas oriundos de Brasil en la jornada del día. Más de uno vio en Yuri su oportunidad de celebrar alguna medalla. Eso representa una negra del pacífico, tranquila y simpática con los espectadores: sentirse identificados. Alvear representa más que un país, ella es la viva imagen del deportista testaturdo que no se da por vencido y con mucho trabajo y fe consigue el reconocimiento deportivo que ha soñado durante toda su vida. 

Una inmovilización de la japonesa Haruka Tachimoto le impidió tener la dorada colgada en su cuello, pero Río 2016 será memorable para todos. En el momento todo fue tensión en el escenario, el entrenador se agarraba la cabeza y el juez dio como ganadora a la japonesa. No habían pasado 45 segundos cuando todos los colombianos estábamos de pie aplaudiendo la actuación de Yuri. Era el momento ideal para reconocer no sólo su participación en los Juegos, sino también su impecable carrera deportiva. 

Jamundí nos regaló una gran deportista. Enhorabuena Yuri, serás ícono del deporte nacional por siempre. 

martes, 9 de agosto de 2016

El día que más había soñado

Pavilhão 2, Riocentro - Barra da Tijuca, Rio de Janeiro.



Pasé 8 años de mi vida imaginando que algún día sería posible ver en vivo una medalla de oro de un deportista colombiano, y para que ocurriera, necesité 2 años de planeación. Río 2016 me dio la oportunidad de ensueño de mi vida y Óscar Figueroa lo hizo una realidad. No fue fácil, pero indiscutiblemente nunca voy a olvidar la travesía de día que pasé para poder cumplir mi sueño.

Mi itinerario del 8 de agosto de 2016 comenzó con el pensamiento de aprovechar los Juegos lo mejor posible. Desde la mañana pensaba "tengo que ver al mayor número de deportistas colombianos en competencia". Tenía la programación del día a la mano; mi meta era ver a Lina Rivas de 58 kgs a las 3:30 pm y Óscar Figueroa de 62 kgs a las 7:00 pm, sabiendo que ambos luchaban por medallas en levantamiento de pesas. Saliendo de Laranjeiras, el barrio tranquilo de la zona noble de Río donde paso mi estadía, me despedí de la familia donde me hospedo y el celador del edificio, prometiendo un oro a mi regreso, casi como si se tratara de mi compitiendo en representación de Colombia. Tomé un omnibus hasta Copacabana, pensando en buscar el transporte que como periodista afiliada a la prefeitura de Río me habían prometido. El omnibus sale todos los días cada 20 minutos desde el estadio de voley de playa y llega directo al Parque Olímpico, ubicado en Barra de Tijuca, el barrio designado para alojar a la Villa Olímpica, donde también se ubican los escenarios deportivos para baloncesto, gimnasia artística, rítmica y de trampolín, ciclismo de pista, judo, taekwondo, entre otros. Sin problemas de tráfico, lo ideal es llegar en una hora, luego se puede tomar un omnibus a Riocentro que también sería gratuito para periodistas afiliados y en total llegaría en 1 hora y 15 minutos a mi destino. Sin embargo, como la Villa Olímpica está saturada de periodistas, deportistas, dirigentes, políticos y demás personas encargadas de la logística de los Juegos, siempre es probable un poco de demora. 1 hora y 30 fijaba mi llegada.

Me encontré con un inconveniente en mi plan: cuando llegué a Copacabana no me permitieron acceder al transporte para periodistas, pues mi acreditación no era del Comité Olímpico, sino de la alcaldía de Río. No entendía la situación pues hasta el día anterior había podido tomar el transporte gratuito hasta Barra de Tijuca sin problemas. Al final, no pude conseguirlo por lo que opté por el plan b: el metro, que tenía la estación de Copacabana cerca. Tampoco se pudo, pues para llegar hasta Barra de Tijuca necesitaba el boleto comprado que garantizara que iba hasta los estadios determinados para los Juegos. Como no había comprado la boleta, me decidí por un bus común y corriente que me llevara hasta Riocentro, el lugar donde tenía que comprar la boleta para levantamiento de pesas. 

Muy amablemente un carioca que estaba cerca, escuchó mi conversación con la señora de logística de Río 2016 que me negó el ingreso al bus, y me acompañó hasta la parada más próxima. Eran las 2 y media cuando me preparaba para tomar el bus pero nada que llegaba. Ya había aprendido el nombre del omnibus que debía tomar -LSD10 Ríocentro- pero Luciano, el carismático carioca, quería estar seguro de hablar con el conductor para que él me ayudara hasta mi destino, por eso decidió acompañarme un par de minutos más. Hablaba todo el tiempo de Allison, el reconocido jugador brasileño de voley playa, decía que iba para el juego y aseguró ser su primo. Lo realmente considerable es que por unos 20 minutos me dirigió hasta otra parada donde conseguiría un autobús más rápido, pues ya pasaban las 3 de la tarde y no alcanzaría a ver toda la competición de Lina Rivas. En el punto final del bus, como Luciano dijo que se llamaba, nos informaron que esa línea tiene problemas porque pasa cerca de la Villa Olímpica y el tráfico está congestionado todo el tiempo porque Río en agosto no dormiría pues hay buses saliendo de Barra en todas las horas del día. Finalmente cuando llegó el bus, el conductor dijo que hasta Riocentro no llegaría pues estaba cerrado hasta antes de la parada. Luciano habló con el conductor y quedamos en que el me diría donde bajarme y que omnibus tomar para llegar a Riocentro. Agradecí a Luciano y él se marchó a su juego a las 4:05 pm, cuando ya había iniciado a las 3:30 pm.

El trayecto era larguísimo. No podía creer que Río fuese tan grande; sólo pensaba en que me dirigía a un barrio pero parecía que salía de la ciudad. El tráfico tampoco ayudaba y ya me estaba desesperando. A las 5 y media seguía en camino a Riocentro y sabía que no vería a Lina Rivas en competencia, pero seguía teniendo la opción de buscar una boleta para ver a Óscar Figueroa, medallista de plata en Londres 2012. Pasados unos minutos, un joven y dos señores me dijeron que lo mejor era tomar un BRT expresso. Al principio entendía "verde" pues en portugués es similar la pronunciación pero resultaron ser unos buses azules muy parecidos al transcaribe, y también tenían un carril propio por lo que no padecían del tráfico en Barra. El chico me explicó que hacer cuando llegue y los dos señores me acompañaron hasta la estación. Ellos debían tomar ese mismo bus, pero muy amablemente me regalaron una tarjeta para el transporte; la cargué con tres pasajes según se recomendación y me dispuse a hacer la fila. Ese fue el momento más desesperanzador del trayecto; alcancé a pensar que había perdido 5 horas del día. Tenía tanta gente por delante en la fila, que empecé a calcular la hora de regreso. Sin embargo en mi cabeza repetía una y otra vez que la esperanza es lo último que se pierde y simplemente esperé. 

A las 6:10 pm empecé a hacer la fila y a las 7:15 pm llegué a la estación Río 2. Mientras caminaba hasta encontrar un sitio de información de compra de boletos, hablaba por whatsapp con un periodista del Comité Olímpico Colombiano que muy gentilmente me daba detalles de la competición. Decidí correr para agilizar las cosas. A pesar del esfuerzo sólo hasta las 8 pm pude obtener mi boleta. La chica que me atendió me preguntó si estaba segura pues restaba 1 hora y debía tomar otro ómnibus o caminar por 15 minutos, pero yo estaba convencida de que valía el esfuerzo ver el final de la presentación de Figueroa. Le di los $70 reales, alrededor de $70 mil pesos colombianos, y me dispuse nuevamente a correr. Por momentos parecía una carrera de atletismo, cuando me cansaba trotaba, pero siempre iba lamentando las distancias tan largas y diciéndome a mí misma "Joda Óscar tiene que ser de oro por todo esto". A la estación del bus llegué a las 8:10 aproximadamente, unas chicas brasileñas me vieron agitada y me preguntaban de todo. Cuando estaba esperando el ómnibus, recibí un mensaje a whatsapp de que Óscar estaba primero. "Va derechito al oro" releía la conversación, y pedí auxilio a los dioses para que el bus llegara rápido y yo pudiera ver al menos el final de la competencia. Me ayudaron de inmediato porque el bus no tardó y recibí ayuda de gente en el camino. 

Forrest Gump apareció de nuevo. El pantalón se me empezaba a caer, la bandera se me zafaba a ratos, los zapatos se aflojaron bastante y mi cabello estaba hecho un desastre, todo eso mientras sudaba mucho. Recuerdo que mientras me secaba el sudor de la frente, pensé que afortunadamente salí de casa sin maquillaje. Los turistas me veían apurada, algunos me animaban, otros simplemente gritaban a la distancia "¡Colombia, Colombia!" y yo corría e iba preguntando la dirección del estadio, que también está a unos 15 minutos del ómnibus que supuestamente me dejaba en frente. Pero en poco tiempo me acostumbré que el carioca llama "pertinho" a todo lo que esté a menos de 20 minutos a pie. 

Vueltas y más vueltas pero finalmente llegué. Al ver tantos colombianos emocionados, no pude contener las lágrimas y mi primer pensamiento al llegar al Pabellón 2 de Riocentro fue "Todo valió la pena... aquí viene mi recompensa". No me había sentado aún y ya estaba temblando porque la pantalla marcaba como primero a Óscar. Pensaba que todo el esfuerzo de la tarde valía la pena si escuchaba el himno nacional de fondo en el escenario de forma circular donde desde cualquier ángulo era posible ver de cerca a los atletas. Vi el último registro de Óscar, impecable y con todo el apoyo de cientos de fanáticos de Colombia, la mayoría ubicados en el centro por lo que él cuando competía solo veía una gran mancha amarilla que coreaba su nombre y el del país. La mayoría de los que llegaron eran de Comité Olímpico, pues tenían la vestimenta oficial. Los turistas colombianos en su mayoría eran del interior, de hecho, igual que en el mundial casi no vi negros colombianos. 

Luego pasaron Indonesia y Kazajistán, el último se retiró aplaudido tras intentar los 179 kgs y fallar. No podía creer que después de semejante osadía había logrado cumplir mi sueño de ver una medalla de oro para mi país en unos Juegos Olímpicos. Le hablaba a mi familia y unos pocos amigos mientras esperaba el último tramo de la competencia, y les contaba cuan emocionada estaba. El suspenso aumentó cuando el indonesio subió en su último intento pues intentaba superar a Óscar con 179 kgs, pero falló y ningún colombiano en el Pabellón 2 ocultó su alegría. Ahora sí sabíamos que la medalla era nuestra, estaba asegurada la primera para la delegación nacional y afortunadamente era oro, la primera conseguida por un hombre en la historia olímpica de Colombia. Bravo Óscar, no me cansé de gritarlo. Pero faltaba el último intento. En silencio todos. El nerviosismo era igual que como si no supieramos que ya había ganado. Al desistir de los 179 kgs, los aplausos colmaron el escenario y Figueroa estalló en llanto. Todos los espectadores colombianos nos veíamos incrédulos por presenciar lo que seguimos por tv por varias décadas, y ahora eramos parte de esa nueva historia que se escribe en Río 2016. 

Todos esperábamos el himno. Yo estaba con los ojos aguados y tenía una sensación increíble de satisfacción. Estando tan cerca, todo se sentía como si yo subiera al podio y recibiera la medalla y colocara mi mano derecha en mi pecho para cantar con orgullo el himno. Y era algo parecido, porque estaba supremamente orgullosa de mi misma. No desistí de la posibilidad de cumplir el sueño a pesar de que el día no fue nada fácil pero mi perseverancia me enorgulleció. Es así, si somos capaces de reconocer nuestros defectos también es saludable contemplar las cualidades o momentos donde nos aplaudiríamos y yo lo hice esa noche porque mi tenacidad fue impresionante. 

Nos pusimos de pie y cantamos el himno. Fue un bellísimo momento donde los colombianos no procuramos cantar con moderación. Nadie pensaba en desentonar, sólo queríamos escucharlo en coro. Cuando llegó mi parte favorita "Oh gloria inmarcesible, oh júblio inmortal" me emocioné tal vez como nunca en la vida. Lo único comparable fue cuando también en Brasil, canté el himno con furor en el partido Colombia vs Costa de Marfil en el Mané Garrincha de Brasilia. Fue la misma hermosa sensación. Ambas situaciones describían a la perfección porqué me gusta tanto esa pequeña estrofa del himno: el deporte colombiano llegaba a ser glorioso y yo sentía un orgullo indescriptible. 

Mientras grababa la premiación pensaba en mostrárselo a mi mamá, la artífice de todo esto. Estaba segura de que estaría orgullosa de mí, porque cuando me decidí a estar en Río 2016 ella fue la primera en apoyarme, como siempre. Le debo todo, especialmente mi felicidad. Los brasileños estaban asombrados de la cantidad de colombianos presentes y nos felicitaban por el triunfo marcado en dorado en todo el escenario pues el amarillo fue inminente. Óscar daba entrevistas y la gente sólo quería saludarlo pero la logística solo permitió saludos y agradecimientos a la mínima distancia entre el pasillo de periodistas y aficionados. Los colombianos salimos contentos a buscar el transporte y fue ahí cuando caí en cuenta que necesité unas 10 horas para presenciar unos minutos de pleno goce, pero alcancé mi meta y todavía queda mucho en juego. Que genial es cuando depositas confianza en alguien y te recompensa de la manera más noble posible. Eso hacemos los fanáticos, apostamos en positivo. No siempre ganamos, pero esta vez ganar se quedó corto. Había imaginado tantas veces cómo sería el día que lograra hacerlo, pero fue completamente distinto a cualquier pensamiento previo. No fue como lo imaginé, fue más interesante y ahora puedo decir que el 8 de agosto me cumplí a mi misma para siempre, y tengo otro gran sueño cumplido.



sábado, 6 de agosto de 2016

El primer juego de mis primeros Olímpicos



A las 10 de la mañana, un amigo brasileño me avisó que habrían boletas disponibles para ver la doble jornada de fútbol femenino en el estadio Engenhao de Dentro, en las afueras de Río de Janeiro. Suecia y Sudáfrica abrían el telón, pero la atracción principal era ver a la selección brasileña, anfitriona y retadora de la todapoderosa selección estadounidense. Después de un trayecto de metro y tren, llegamos al estadio. Cientos de hinchas con boletas hacían una fila que alcanzaba a llegar hasta la mitad del puente que conecta la estación del mismo nombre, con el renovado estadio olímpico. Los otros, que no teníamos boleta, necesitabamos llegar hasta la "billetehería" para conseguir una de 60 o 70 reales, pues las de 40 ya estaban agotadas. El único inconveniente fue el internet, que no permitía agilizar el proceso de quienes estaban en cabinas sin poder hacer mucho más. Los hinchas del fútbol, esperábamos ansiosos para poder ver la entrada en calor de las jugadoras, escuchar los himnos de ambos países y presenciar la emoción de la previa por el primer juego de las anfitrionas olímpicas, pero no pudimos; por cada comprador, eran unos 10 minutos de espera en la fila. 

Afortunadamente esos hinchas (tal vez hasta 2 mil) alcanzamos a llegar para escuchar el primer grito de gol de Brasil, cuando ya pensábamos que no lo lograríamos. Sería hasta el momento, la única mancha que podemos notar en el paredón de la logística organizacional en Río 2016. Sin embargo, me llamó mucho la atención que en general al público no le molestó la situación de demora y espera extendida. El carioca en general demostró con un excepcional comportamiento que estaba listo para ser un ciudadano olímpico. 

Entrando en materia deportiva, el partido fue controlado por Brasil que golpeó justo cuando debía liquidar a China. El primer gol lo anotó la defensa central Mónica en el primer tiempo, los otros dos fueron obra de Andressa Alves y Cristiane, en la segunda mitad.

Unas 27 mil personas presenciaron el juego en el estadio. A decir verdad, creí que no alcanzaríamos a obtener una boleta por ser Brasil quien jugaba, pero aunque era China, que simplemente era el rival invitado a la fiesta nacional, el ambiente era muy carioca. Los hinchas disfrutaron del juego, ovacionaron a Martha cuando fue sustituida y hasta corearon "Martha é melhor do que Neymar".
En general, los asistentes salieron contentos con el jogo bonito de las jugadoras brasileñas. 

Como era de esperarse, habían muchas chicas, más que cuando juega una selección masculina. Igualmente, las tribunas estaban colmadas de familias y "torcedores" de equipos cariocas. Las camisetas de Flamengo, Fluminense, Vasco y Botafogo se hicieron notar, tanto en hombres como en mujeres. 


Los titulares deportivos en Brasil hicieron referencia a la goleada como el primer paso para el sueño de tener una doble medalla de oro de ambos géneros en el mismo deporte, y los hinchas brasileños tienen la confianza de lograrlo. En la cancha vimos un equipo con ambición y jugadoras decididas a ser protagonistas, pero esta Brasil sabe que la va a tener muy complicada con Estados Unidos de por medio, pues las norteamericanas son el equipo más completo del mundo, con tres medallas de oro consecutivas y lo más importante, tiene el Mundial conseguido hace un año, que seguramente habrá renovado la confianza de las jerarcas del fútbol femenino en el mundo. Sólo fue el primer partido del fútbol olímpico y ya en Río se imaginában cantando el himno nacional brasileño en cada esquina, especialmente porque se aproximaba el esperado 5 de agosto donde el Maracaná sería el centro del mundo. Enhorabuena al pueblo carioca, que emocionado recibió el honor en nombre de Sudamérica como anfitrión de los Juegos de la máxima gloria deportiva.