15 de septiembre de 2016, Parque Olímpico, Río de Janeiro.
Ninguna de las clases sobre teorías de la comunicación en
la Universidad, me enseñaron tanto como ver una semifinal de fútbol 5
paralímpico. La cita fue en el Parque Olímpico de Río de Janeiro con el partido
Brasil vs China, por el primer cupo a la finalísima. Sabía que jugaban ciegos y
que la grama era sintética, pero no que el balón tenía sonido ni que el arquero
no tenía ninguna discapacidad. Para la mayoría, asistir a un juego como ese
resulta entretenido pues no están acostumbrados a ver fútbol con ciegos. Es
válida esa apreciación, siempre buscamos ver cosas diferentes y tratar de
impresionarnos con eso. Yo desde el principio lo vi como un aprendizaje, tal
vez porque soy deportista y sé lo que significa entrenar duro para adaptar tu
cuerpo al deporte que prácticas y segundo porque soy terca y suelo hablar más
de lo que escucho. Por eso, cuando veía a los chinos y brasileños pisar el
balón, llevarlo de lado a lado, esperarlo con el tiempo justo, todo eso sin
conseguir ver algo a su alrededor, entendí que no existen límites si realmente te
lo propones.
Ellos entrenan para que su deficiencia física no sea un
obstáculo para hacer deporte, pero también nos enseñan que como personas
tenemos que entrenar más para ser mejores. Recordé lo difícil que ha sido
escuchar a mis compañeras en la cancha en estos 5 años como aficionada al
fútbol de salón femenino, tras ver cómo constantemente los brasileños y chinos
se ayudaban y llamaban entre sí, cada uno en su idioma. De hecho, es bastante
difícil escuchar al otro en el día a día, pero los ciegos aprenden muy rápido a
hacerlo y para mi apreciarlo en un juego colectivo, mi favorito y que además
practico casi a diario, fue realmente motivador. Para jugar fútbol 5 de ciegos
es necesaria una capacidad de percepción muy finita, como la de Wang #9 de
China que va eludiendo rivales mientras siente de cerca la marca contraria. A
su vez se necesita mucha paciencia para esperar el balón y esperar la orden del
guía para patear o llevar el balón. Y finalmente es necesaria la capacidad de auto
ubicación, mucho entrenamiento y potencia como la Jefinho #7 de Brasil, para
que cuando tengas una oportunidad de patear, puedas hacerle un gol a un arquero
que como tú, entrena durísimo pero al no ser ciego, puede ver cada uno de tus
movimientos.
Los fanáticos aprendimos mucho. Como los jugadores no pueden
ver, necesitan hablarse todo el tiempo y escuchar a sus entrenadores muy
claramente, así que los espectadores necesitan hacer silencio. Los típicos
cánticos se dejan para celebrar los goles y el entretiempo, mientras tanto no
se puede hablar. La mayoría estaban incómodos, hay que tener en cuenta que el hincha
brasileño tiende a animar y cantarle mucho a su equipo, por eso veía que los
vecinos buscaban conversar con el otro en un tono bajo, pero ni así era
suficiente. Me di cuenta lo difícil que es callarse cuando veía a otros
haciendo lo que yo hago siempre, pero al final disfruté del juego donde Brasil
salió victorioso y clasificó a la final. Lo más destacable es que ahora sé que
no es tan difícil hacer cosas tan básicas como esperar una fila o escuchar a
otra persona sin interrumpir.
Ahora, vale la pena que cada uno de nosotros se pregunte, sea
deportista o no: si yo fuese discapacitado, ¿conseguiría hacer lo que un
deportista paralímpico? Primero tendríamos que preguntarnos si en serio nos
gusta el deporte como profesión, porque como hobbie no funciona, y así no todos
están dispuestos. Por ejemplo, una nadadora paralímpica brasileña necesitó
coger 15 buses diarios para cumplir con su rutina de ejercicios y fisioterapia
para poder estar en Río 2016. ¿Usted sería capaz de hacerlo por nadar? O ¿sería
capaz de jugar fútbol igual si no lograra ver absolutamente nada? El amor al
deporte de un atleta paralímpico va mucho más allá de su acondicionamiento
físico. Son personas con historias destacadas, con una capacidad de superación
personal admirable que encontraron en el deporte un estilo de vida y
desarrollaron con muchísima disciplina el talento para hacer realidad sus
sueños. El lema paralímpico “espíritu en movimiento”, demostró una vez más que
nada es imposible.
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